MONXA EN EL NUEVO MUNDO
Casa Sert. Locust Valley, Long Island, New York, 1949.
Josep Lluis Sert

Josep Lluis Sert y Luís Lacasa fueron los autores del Pabellón de la República en la Exposición Universal de París de 1937, donde se expuso del Guernica de Picasso. Con España en plena guerra civil, Sert permaneció en París, donde al año siguiente, con Joan Miró y Jean Jeanneret como testigos, se casó con Ramona Longás, Monxa, que era la hija de la portera de la casa que el arquitecto edificó en la calle Muntaner. Ese mismo año murió en el frente su socio, Josep Torres-Clavé.
En 1939, terminada la guerra, Sert fue inhabilitado para el ejercicio de su profesión, y se trasladó a Estados Unidos. Vivieron en casa de Alexander Calder, y después en un hotel. Mientras Monxa trabajaba de costurera, Sert, integrado en la colonia de arquitectos e intelectuales europeos exiliados, da clases y conferencias en las universidades de Columbia, Princeton, Yale y Harvard, publica el libro Can our Cities Survive? y, en 1945, forma la oficina Town Planning Associates con Paul Lester Wiener y Paul Shulz, que realiza planes urbanísticos para Sudamérica.
Pero tendría que esperar a 1949, diez años después de llegar a Nueva York, para llegar a construir su primer edificio, que fue su casa propia. 
Sert compró una mansión que ya existía en Long Island, cerca de Manhattan, vendió una parte a unos amigos, demolió otra parte, conservó un barn (establo-garaje rural), con una tradicional cubierta inclinada a dos aguas, y, por último, enmascaró esa cubierta con un cuerpo de edificación de nueva planta formado por una planta baja casi diáfana. 
En el interior del establo, creó una enorme sala de estar de 11 x 16 metros, limitada por a un lado por la cocina y, al otro, por la chimenea y una escalera que subía a un dormitorio.

 

Entre las bellas fotos de la casa de la colección Sert de la Universidad de Harvard hay varias del interior de este gran salón, en las que podemos ver a Monxa y al propio Sert. Algunos amigos han sido reclutados para hacer bulto, confirmando que nos hallamos más en una plaza que en una casa. 
El desmesurado tamaño de esta sala llevó a algún amigo, como Peter Blake, a compararla con una plaza pública, con el móvil de Calder como campanario. El pavimento de adoquines cerámicos, propio de un espacio exterior, y que además tiene una gran presencia, porque hay pocos muebles, contribuye poderosamente a este efecto.
Otros elementos del interior también parecen más mobiliario urbano que muebles domésticos. Los largos sofás, por ejemplo, son como los bancos sin respaldo de muchas plazas, en los que la piedra del asiento ha sido sustituida por cojines. La cocina es un mueble, como un kiosco de helados o un puesto de churros en medio de una plaza. La mesa de comedor parece una mesa de terraza de cafetería, con bancos.
Sert, hombre de baja estatura, aparece retratado en un lugar muy alto, de pie en el dormitorio abierto al salón, detrás de una estantería que hace las veces de barandilla. Mira hacia abajo, a Monxa, que está sentada, mirando hacia el gran ventanal acristalado. 
Monxa nunca fue aceptada por la madre de Sert, aristocrática descendiente de los marqueses de Comillas, pero formó parte junto a él de un nuevo mundo en el que los nombres de la aristocracia eran otros: Calder, Miró, Leger, Le Corbusier. Son estos nombres, y sus obras, los que tal vez aparecen en el libro de arte que Monxa hojea sonriente en otra fotografía, tendida en un sofá. 
En primer plano, una botella de vino y un frutero vuelven a evocar la plaza, el ágora, el mediterráneo.